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La Gran Persecución

La Gran Persecución

Sobre La gran persecución

La difícil tarea de comprender al otro: "La gran persecución", la nueva novela para niños de Lilia Lardone
http://vos.lavoz.com.ar/cultura/la-dificil-tarea-de-comprender-al-otro-la-gran-persecucion-la-nueva-novela-para-ninos-de/

Por Rogelio Demarchi

Las noticias, producidas y difundidas a alta velocidad, pueden causar efectos sociales no deseados y absolutamente inesperados. Con esa idea, tan simple y tan compleja a la vez, juega Lilia Lardone en La gran persecución, su nueva novela para chicos, que se presentará el próximo jueves en la Librería del Palacio (Ituzaingó 882), a las 19, con la participación de Laura Escudero y Maricel Palomeque.

El planteo inicial de la novela es este: primero, un medio asegura que, en Costa Rica, un gato se ha comido el último ejemplar que quedaba del colibrí de manglar, lo que significa el final de una especie; poco después, otro medio afirma que, en Tailandia, un gato se ha comido a la paloma de la paz; y entonces Internet y las redes sociales hacen su trabajo. En muy poco tiempo, en todo el planeta, todos los gatos son echados de sus casas por sus hasta ayer amorosos dueños, al mismo tiempo que nadie acepta verlos en la vía pública, en los tejados, en las plazas, de modo que se vuelven el objetivo perfecto de esa violencia social siempre dispuesta a hacerse cargo de las víctimas que legitimamos –directa o indirectamente, consciente o inconscientemente– entre todos.

Y si hay algo divertido en el relato –intervenido aquí y allá por los recortes periodísticos– es que su narración está a cargo de Ciro, un gato como cualquiera, que vive tranquilamente con su dueño y trata de entender el cambiante comportamiento de los seres humanos.

–Una información mal transmitida por los medios de comunicación puede generar un efecto social negativo, algo así como una psicosis colectiva.

–Me preocupa la inmediatez con que Internet, una herramienta tan positiva para la trasmisión de conocimiento, canaliza y distribuye todo tipo de noticias. Porque en esa inmediatez –y por acumulación de sucesos– se pierde el análisis crítico y se presentan en crudo, para el consumo de chicos y grandes, cuestiones muchas veces inciertas, incomprobables: el objetivo es llamar la atención, ganar espacio a costa de cualquier artilugio. Por eso se me ocurrió tomar un dato de la naturaleza y presentarlo de manera distorsionada. Sabemos que un gato, aun un gato doméstico, conserva su instinto depredador y es natural que se coma un pájaro. Pero si desde un medio se enfoca esa acción como peligrosa y eso se replica aquí y allá, el modo en que circula ahora la información puede generar sí una psicosis colectiva.

–A veces los medios informan con equilibrio sobre ciertas cosas y también nos da miedito: una epidemia o el avance de una enfermedad, noticias relacionadas con la inseguridad o cuestiones climáticas, por ponerte algunos ejemplos. ¿No será que somos asustadizos?

–Por más que los medios manejen con responsabilidad las noticias, lo que asusta hoy es el enorme volumen de la información a la vista: crímenes seriales, pestes desconocidas, accidentes inusitados, catástrofes artificiales o naturales. Es como si la cercanía de la pantalla los acercara demasiado, aunque se produzcan en sitios remotos. Son nuestros monstruos modernos, ¿no? Una larguísima lista que se renueva minuto a minuto... Antes de Internet también sucedían hechos escalofriantes, pero no los veíamos en vivo y en directo. Bastaría imaginar, por ejemplo, cómo hubiera aparecido la sangrienta Primera Guerra Mundial en las redes. Lo cierto es que hoy la información nos abruma y tal vez por eso necesitamos exorcizarla incorporándola a nuestras conversaciones cotidianas, compartiéndola en las redes, en un intento de “domesticar” ese monstruo.

Naturaleza y cultura

Uno de los periodistas que firma esos cables es Rolando Salvatierra, quien fue un reconocido y querido periodista cordobés con fuerte participación en la escena política, fallecido en 2010, que durante años trabajó en La Voz del Interior e integró el gabinete de Eduardo Angeloz como su jefe de prensa.

“Cuando escribo para chicos –comenta Lardone–, me gusta poner guiños para los grandes. En este caso, incluyo respetuosamente el nombre del recordado periodista Rolando Salvatierra como autor de una nota que recoge con mesura la noticia, a tal punto que el título va entre signos de pregunta. Él cumple su función de comunicar los hechos con prudencia”.

Pero si comparáramos a la novela con una moneda, en una de sus caras está el tema de los medios y en la otra, el tema es el instinto animal.

–¿Hasta dónde tenemos presente que, al fin y al cabo, el animal que amamos es el que naturalmente se come al pájaro, y que no ha dejado de serlo porque viva en casa y coma alimento balanceado? ¿A vos no te pasó algo de eso?

–El tema me da vueltas desde que vi a mi gata comerse un picaflor, hace años, y casi enseguida escribí Los asesinos de la calle Lafinur, un cuento breve que está publicado en Bogotá. Por entonces, mis hijos eran chicos y tal vez por eso me resultó muy impresionante ver a la dulce gatita de la casa con las plumas en la boca... Pero siento que en esta novela el enfoque pasa más por la dificultad de comprender al otro (aun al “otro” animal) por intolerancia, y la persecución como consecuencia de juzgar un hecho sin siquiera comprobarlo de manera fehaciente.

–Y esa persecución prejuiciosa pone en riesgo (grave) al “otro”. Que en tu novela es un gato, los gatos, pero bien podría ser otro ser humano, porque tu historia se puede extrapolar a lo social.

–Lo que se persigue encarnizadamente, a mi modo de ver, es lo que se percibe como una amenaza para modos de vida consolidados. No es que el gato se coma un pajarito cualquiera, se come el bello y único colibrí de manglar, y los humanos no pueden aceptar que lo hizo solo porque está en su naturaleza. Me duele mucho la extinción de las especies, pero también me asusta que un ave empetrolada despierte campañas intensas mientras aquí nomás hay chicos en riesgo, pidiendo monedas a los automovilistas. Del mismo modo me duele cómo sigue discriminándose a los “diferentes”, concepto que va cambiando según las épocas: en un tiempo fue el color de piel, ahora es el género... Los cambios se resisten y mucho, a pesar de que la humanidad consigue avances casi siempre por la constante y valiente lucha de los que quedan marginados.