Entrevistas
Escribir todo el día y borrar toda la noche. Entrevista de Jorge Barón Biza. La Voz del Interior, 3 de diciembre de 1998.
En el mes de octubre, Lilia Lardone obtuvo con su novela Caballero Negro el Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma-Fundalectura ’99, dotado de 15 mil dólares. Con otro de sus libros, Puertas adentro, ya había obtenido el reconocimiento de la crítica y los lectores. La literatura para niños y un recorrido por el universo de sus narraciones son el tema del siguiente diálogo.
-Se habla siempre de las diferencias entre literatura infantil y literatura para adultos. ¿Qué puentes unen a ambos géneros?
-“Literatura infantil” es una expresión que no me gusta, me parece un encasillamiento demasiado estrecho. La literatura para los chicos, tal como la practico, se diferencia de la literatura para adultos sólo en la medida que hay menos complejidades en algunos planos del lenguaje, por ejemplo el sintáctico. Pero en otros –como el semántico- la complejidad es tal vez mayor. En este tema de las supuestas diferencias y similitudes entre literatura para chicos y para adultos, se acepta que la primera debe auto- restringirse en el léxico. No estoy muy de acuerdo con esto. Por ejemplo, en Caballero Negro uso palabras que sé que los chicos no van a entender, como “arcabuz” o “sicómoro”, pero me ayudan a crear el clima de aventura en el texto (también a rendirle homenaje a mis primeras lecturas) y a diferenciar el plano imaginario del real…Una de mis obsesiones cuando escribo, tanto para chicos como para adultos, es la “levedad” de la que hablaba Ítalo Calvino, esa fluidez, ese decir de una manera despojada. Una sencillez al servicio del lector, que implica para el autor escribir todo el día y borrar toda la noche. En mis textos, otro de los “puentes” entre ambos géneros es la presencia de sentimientos. Hay una corriente que sólo ofrece a los chicos humor, juegos de lenguaje o, en el peor de los casos, una fantasía laberíntica y exasperada. No quiero excluir el dolor y la tristeza cuando escribo para chicos, tal como los incluyo en los textos para adultos. De esa manera, las diferencias entre ambos géneros resultan mínimas para mí. Un tercer puente es el respeto al lector, que debe ser más riguroso cuanto más pequeño es el lector, ya que por lo general el adulto elige su libro, pero el chico no, recibe el libro de alguien que eligió por él.
-¿Qué objetivo persigue en Caballero Negro?
-Trato de evitar la felicidad ficticia de cierta literatura infantil. El tema de Caballero Negro es el de las pérdidas. La infancia es una etapa desconcertante para el que la está viviendo, por momentos está fuertemente iluminada por la felicidad, pero esta se apaga muy pronto y quedan los miedos propios, las arbitrariedades de los adultos. Cuando crecemos, nuestra memoria borra selectivamente los malos tiempos. Intento profundizar en esas zonas oscuras de los chicos. De lo afectivo, a los chicos se les habla poco. En Caballero…el pequeño protagonista presencia los fragmentos incomprensibles que llegan hasta él de la separación de sus padres, mientras descubre con su fantasía un héroe que realiza hazañas de héroe: acomete imposibles, salva doncellas, tiene todos los atributos del héroe… hasta que empieza a perderlos.
Monólogo interior
-¿En Puertas Adentro, otra de sus novelas, hay un mensaje feminista?
-Los ismos están vinculados a cosas efímeras. El feminismo tuvo una razón de ser histórica y pública, defender derechos, pero no creo que sea una corriente de pensamiento.
-Precisamente lo público es la esfera excluida en Puertas Adentro…
-Lo femenino es lo privado, todavía. Es la esfera en la que ocurren los hechos más fuertes de la vida de las mujeres. En las pequeñas poblaciones, detrás de vidas que en lo público parecen opacas, hay una suma de pasiones, represiones y acciones dignas de la aventurera más audaz. La vida privada en los pueblos se construye en torno al poder de observación de los gestos más pequeños, que son vestigios de grandes tormentas personales enterradas. Las mujeres de mi novela observan y son observadas, hablan poco, pero se hablan a sí mismas todo el tiempo. En Puertas adentro hay poco diálogo pero mucho monólogo interior.
-En esta obra, ¿hay una diferencia entre el papel de la mujer fea y la mujer linda?
-Las feas sostienen a las lindas desde adentro de los personajes, en su ámbito de actividades. Ottavia es jorobada y su madre la destina a las tareas del hogar. Se hace fuerte desde la aceptación de este destino, y lo emplea en la protección de un miembro de la generación siguiente, Tesa, quien no por ser linda sino gracias a esta protección, será más libre. Ottavia se hace cargo. No son personajes opuestos; en el sacrificio cotidiano de Ottavia germina la libertad de Tesa.
El límite
-El lenguaje de su novela no tiene las digresiones fantásticas que se podrían esperar de una autora que escribe también para chicos: es de una fluidez y eficiencia narrativa absolutas.
-Es un texto de temas y relaciones. Me atuve estrictamente a esto. Está fundado en una idiosincracia de gente con pies en la tierra.
-En esa historia particular, la familia aparece como una estructura que se opone a los intereses individuales.
-Apunto a una reflexión acerca de la necesidad de encontrar un lugar en el mundo, una necesidad tanto ara chicos como para grandes, y que en algunos casos es difícil de lograr en la familia. Los vínculos no se establecen por la sangre ni haciendo sacrificios sino que se construyen diariamente, con una relación de ida y vuelta que admite las discusiones pero siempre con la mirada en el otro. Esta franqueza era imposible en los pueblos, en los tiempos en que transcurre mi novela. En esas sociedades, a la voz la otorgaban el dinero y el poder. Por más que la mujer sostuviese con su trabajo toda la estructura familiar, si el hombre tenía el dinero, tenía la voz. Como defensa, la mujer conservaba el manejo de las tramas familiares. En la novela, la matriarca digita todos los papeles de las otras mujeres. “La mamá tiene razón”, así empieza el libro.
-¿Hacia dónde orienta sus próximos textos?
-Estoy escribiendo un cuento, Los asesinos de la calle Lafinur, que no sé si es para adultos o para chicos. Me gusta demorarme en ese límite.
Un premio relevante El Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma/Fundalectura ’99 fue otorgado en Colombia a Lilia Lardone por un jurado compuesto de los mejores especialistas en literatura infanto-juvenil de América Latina: Ana María Machado (Brasil), María Candelaria Posada y Silvia Castrillón (Colombia), Susana Itzcovich (Argentina) y Verónica Uribe (Chile). Los considerandos del jurado honran a la autora: “La realidad cotidiana alterna con el juego de manera sutil y delicada. Es una obra con una atmósfera propia en la que el autor tiene la audacia de incorporar la tristeza, en un relato para niños, sin caer en el sentimentalismo. El autor crea con maestría un clima de intimidad que envuelve al lector y lo compromete con el mundo del protagonista”. El Premio Accésit fue declarado desierto. |
Noticia Lilia Lardone (57) pasó sus primeros 15 años en Hernando, donde todavía visita a sus parientes. Desde su adolescencia vivió en esta Capital, donde se graduó en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba. Fue docente y trabajó en el área de cultura de la Municipalidad. Estuvo vinculada con la organización de la Feria del Libro, fue jurado de premios literarios y desde 1985 coordina talleres de escritura. Es lectora voraz y pertinaz. Su carrera literaria estuvo dedicada principalmente a la literatura para chicos hasta que se reveló como novelista con su libro Puertas Adentro (Alfaguara, Buenos Aires, 1998). |
Encontrar la cultura heredada buscando el idioma perdido - Entrevistas a 27 autores ítalo-argentinos. Por Antonio Panaccione (italiano@xlnet.com.ar). Editorial Martin, Buenos Aires, 2003 (Collana Escritori Internazionalli, a cura de ITA.LI)
El Autor (Formación, actividades, pensamiento y relaciones)
1) ¿Cuáles son las origines de sus padres y antepasados? ¿Cómo presentaría culturalmente su núcleo familiar y el ambiente circunstante? (la educación y formación recibida, su niñez y primeras experiencias)
Mis abuelos paternos, los Lardone, provenían del Piemonte, desconozco el sitio exacto pero se decía habían vivido cerca de Torino y que sus antepasados eran franceses. Llegaron a la Argentina hacia 1890 y se establecieron en Hernando, Depto. Tercero Arriba, Provincia de Córdoba, en la región que luego se llamó “pampa gringa”. Supongo que poseían fortuna al llegar, ya que instalaron un gran almacén de ramos generales; las fotografías de la época muestran que vivían en una bella casa, y que tenían dos autos manejados por hijas de guantes larguísimos e hijos con aspecto de dandys. Tuvieron 9 hijos con una una intensa vida social en el pueblo, hasta jugaban al tennis, algo muy poco corriente en el interior en esa época. Recuerdo bien la casa de mis abulos en mi niñez, no tengo presente que hubiera libros, por ejemplo. No conocí a mi abuelo, que murió joven, repentinamente, y eso precipitó el derrumbe de las finanzas familiares, simultáneamente a la crisis económica argentina de los años 30: sus hijos no supieron asumir el legado y todo se perdió. Empezó así para ellos una vida de trabajo y privaciones. Mi abuela materna asumió un rol decisivo, manejando con férrea disposición y acentuada beatería a todos sus hijos. Ella se refleja en el personaje de la madre de mi novela Puertas Adentro. Varios hijos (tanto varones como mujeres) quedaron solteros, otros murieron jóvenes (uno de sífilis). Los valores más estimados en esa casa eran: el trabajo, el ahorro, la perseverancia, la austeridad, el estudio. Cuidaban mucho las apariencias, el “qué dirán”. No recuerdo caricias ni contactos físicos afectivos y sí una gran dureza para juzgar a las personas. Yo concurrí a la escuela pública, tanto en el nivel primario como secundario, y el gusto por la pintura de mi madre nos vinculaba a la gente más “interesante” del pueblo.
2) ¿Se acuerda de algún episodio particularmente feliz o dramático de su vida / adolescencia?
La muerte de mi padre cuando yo tenía unos cinco años, cambió por completo mi vida. Como mi abuela paterna desconfiaba de mi madre (que era bonita y coqueta, hija de inmigrantes catalanes), mis visitas a la casa grande eran espaciadas. Jamás recibí afecto de mi abuela y sí muchas críticas al modo de ser de mi madre, que encaró con gran valentía su destino de viuda joven en un pueblo, instalando una especie de academia en la que enseñaba a pintar al óleo. Más tarde, cuando como hija única yo transitaba los doce años, mamá se volvió a casar con un hombre de fortuna y la difícil relación que se estableció entre nosotros determinó que al cumplir los 14 años me mandaran a estudiar a la ciudad de Córdoba. El desgarro de dejar amigos, el pueblo pequeño y la escuela secundaria adonde me movía con mucha comodidad, me hicieron armar defensas, endurecerme, y contribuyeron también a darme inseguridad afectiva. Recuerdo un solo episodio feliz en mi infancia: una bicicleta usada que mamá me regaló a los siete años, y que ahora a la distancia percibo como muy ligada a esa independiente personalidad que se me manifestó desde chica.
3) ¿Cuales libros leyó y eligió en su juventud? (“la biblioteca” de su formación)
En mi casa había poquísimos libros, algunos cuentos para niños, no más. Yo envidiaba “El Tesoro de la Juventud” de una de mis vecinas y leía cuando se ponía a mi alcance. Tuve, por supuesto, un ejemplar usado de “Mujercitas”, algunos Salgari, y cuando me mandaban a pasar el verano a otro pueblo donde vivían mis tíos maternos, devoraba las novelas de Hugo Wast. O sea, un panorama desolador. Pero a los 11 años entré al colegio secundario (como aprendí a escribir sola a los tres años, había empezado desde los cuatro la escuela primaria y siempre estuve adelantada dos cursos) y descubrí que podía asociarme gratuitamente a la Biblioteca Popular del pueblo. A partir de ese momento, mi voracidad paseó por todos los estantes, pero no olvido que el primer libro que llevé en préstamo fue La Odisea: quién sabe por qué razón lo elegí, era casi una niña y me costó muchísimo leerlo; cuando lo terminé me dí cuenta de que aunque había entendido poco, en esas páginas estaba lo que yo quería, un mundo extraño, lleno de sonoridades distintas, un mundo intenso con seres que escapaban de los moldes. Nadie vigilaba lo que yo leía, así que me fui formando como lectora a los tropezones, con gran libertad. Más tarde, a los 16 años, entré a estudiar Letras en la Facultad de Filosofía y Humanidades de Córdoba y para ese entonces ya había frecuentado a Faulkner, Hemingway, Balzac, Shakespeare, García Lorca, muchas obras de teatro y en general el material que integraba las colecciones de Editorial Aguilar que un vendedor me vendía en cuotas.
4) En el período de su formación, ¿encontró una figura, un modelo, un maestro de vida; hubo en su vida un momento crucial o un acontecimiento que lo haya marcado profundamente?
No. Siento que me hice sola, método ensayo y error, apoyada en una enorme voluntad, un sostenido entusiasmo y uno de mis defectos: la necesidad de satisfacer a cualquier riesgo una gran curiosidad por lo que me rodea. En algunos momentos de mi vida fueron enriquecedoras algunas amigas, a las que agradezco haberme obligado a romper esquemas, a desestructurar esa rígida tendencia a asumir responsabilidades que vivencio como una herencia del “deber ser” de la cultura que marcó mi infancia.
5) ¿Cómo, cuándo y por qué empezó a escribir? ¿Cómo nació su vocación de escritor?
Es bastante extraña mi relación con la escritura. Borroneaba poemas desde joven, escribía cartas, diarios íntimos, etc. Pero siento que cursar la carrera de Letras Modernas bloqueó mis posibilidades creativas. si había tantos y tan buenos escritores ¿qué podía yo aportar a esos mundos?
Pero en 1985 empecé, como un trabajo extra, a guiar a gente que quería escribir. Desde entonces sigo coordinando talleres de escritura (estímulos para la producción de textos, corrección de estilo) y ver a mis alumnos avanzar tras su propia expresión me hizo reflexionar mucho. Entonces ya estaba casi madura para largarme a escribir cuando al jubilarme de mi trabajo de promoción cultural en la Municipalidad de Córdoba en 1992, a los 52 años, empecé a disponer de tiempo libre. Me alentó otra escritora amiga, Laura Devetach, al oírme contar una vieja historia de familia. Ella me dijo: Lilia, tenés que escribir eso. Y “eso”, con muchas variantes ficcionales que me apartaron de la trama real, fue la novela “Puertas Adentro”.
Creo que más que vocación de escritora, he sostenido con afán, siempre, mi vocación de lectora. Sufro escribiendo y disfruto leyendo, aunque en los últimos años el oficio adquirido haya modificado mi relación con la escritura: puedo no sentarme todos los días a llenar página tras página, pero seguro que llevo constantemente dentro de mí, royéndome los instersticios internos, el germen de un cuento, o un poema, o simplemente la búsqueda de un adjetivo.
6) ¿Como logró publicar su primer libro: lo considera un acontecimiento, un fracaso, un logro determinante o en su vida de escritor hubo otros hechos importantes?
Conseguir la publicación de “Puertas Adentro” en Editorial Alfaguara, fue un hecho determinante para mi carrera, en cuando a la significación de ser aceptada por una casa editorial tan prestigiosa y tratándose de una desconocida provinciana como era yo. Ya había publicado antes un par de libros para niños, en una buena y reconocida editorial del circuito escolar de Buenos Aires: Colihue. En Alfaguara creí entrar por la puerta grande: sin embargo, los medios especializados de la Capital Federal no dedicaron espacio a mi libro, sí lo hicieron importantes periódicos de otras provincias y, sobre todo, de mi ciudad natal Córdoba.
Al año siguiente de esa publicación, obtuve con mi novela para niños “Caballero Negro”el más importante premio de la literatura infantil y juvenil de Latinoamérica, por concurso abierto: el Premio Latinoamericano Grupo Norma/Fundalectura de Bogotá 1999, Colombia (U$A 15.000.- , la publicación, y una enorme publicidad) Competir en forma anónima y ganar un concurso cuyo jurado integraban los especialistas más reconocidos de Latinoamérica significó un gran logro para mí.
7) Usted es hoy una escritora conocido. ¿Puede vivir únicamente de su trabajo de escritor o necesita ejercer otras profesiones? Cuales? ¿Cómo puede manejar y acordar las dos o varias actividades?
Soy conocida en el interior de la Argentina, y también en el mundo de la literatura infantil. Eso marca una gran diferencia: no aparezco en los medios de Bs.As., lo que equivale a mantenerme en una zona oscura. No vivo de mis derechos de autora , como casi nadie en la Argentina, salvo, diría, unos 30 de los más prestigiosos y prolíficos escritores. Por suerte tengo la seguridad de cobrar una jubilación que me permite vivir con dignidad (mis dos hijos son profesionales y no necesitan de mi ayuda), y honorarios por los talleres de escritura que no me insumen demasiado tiempo.
8) ¿Utiliza habitualmente algún idioma extranjero? ¿Cuál, por qué y con qué fin?
Leo en francés y en italiano, pero reconozco cierta pereza para leer en idioma original a autores de esos orígenes. Estudié muchos años en la Alianza Francesa, y más recientemente en el Instituto de Cultura Italiana, sobre todo porque me gusta mucho viajar y hablar con la gente de cada lugar.
9) ¿Piensa Usted que la grande y masiva inmigración italiana en la Argentina tuvo influencia sobre la lengua española? (¿de qué manera?)
Esa es una circunstancia innegable. De hecho me costó muchísimo, cuando a los 15 años pasé desde un pueblo habitado por colonos piemonteses a vivir en la gran ciudad, superar el mal uso de los pronombres (ejemplo: yo decía, y no me daba cuenta cuando mis compañeras me corregían, “Voy del médico” en lugar del correcto español “Voy al médico”) En la actualidad conozco jóvenes del interior de la provincia, amigos de mis hijos, que tienen una pertenencia fuerte a la colectividad italiana y encuentro que hablan con los mismos errores que yo cometía en la década del 50.
También es verdad que la influencia italiana enriqueció y coloreó el español de Argentina, y me encantan los términos lunfardos que de ahí provienen.
10) ¿Cómo son las relaciones con sus pares, su país e instituciones? ¿Cómo se siente encuadrado / colocado en la literatura y cultura argentinas?Tengo una intensa y fluida relación con las instituciones culturales de mi medio y con mis pares, narradores y poetas. Participo en ferias,congresos, mesas redondas, presentaciones de libros, soy jurado en concursos, dicto los talleres para aspirantes a escritores que mencioné arriba, más numerosos seminarios y cursos sobre literatura infantil para maestros y bibliotecarios. Recibo más invitaciones para concurrir a encuentros con alumnos en escuelas primarias y secundarias de las que puedo aceptar. Eso en un primer nivel de relación.
Más complejo es lo que siento con respecto a mi país: encuentro que no hay una correcta valoración de los intelectuales, que no hay serias intenciones de difundir la cultura, que todo lo que se hace es inorgánico y no conduce a una planificación seria. La crítica literaria que se concreta en los medios es ecléctica, descriptiva e inconducente. Salvo Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Juan José Saer, Noé Jitrik y algunos otros, no veo una corriente de pensamiento que ponga las cosas en su lugar. Los que escribimos en el interior somos anónimos, no tenemos acceso a las vidrieras importantes, porque, por supuesto, dios atiende en Buenos aires (repito este lugar común porque es el que más calza para el tema). De nada vale que Alfaguara me haya publicado una novela: las librerías destacadas no la exhiben o, en el mejor de los casos, la dejan un par de días en la mesa de novedades y luego al depósito. Los que escribimos en el interior (salvo Héctor Tizón y algún otro de fama trascendente) no somos invitados a participar en la Feria del Libro de Buenos Aires, tampoco. Y mucho menos compran nuestros libros las instituciones nacionales como la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) que proveen con fondos de la Nación a TODAS las casi 2000 bibliotecas populares del país.
11) ¿Viajó a Italia, tiene conocimientos y relaciones con el país y su cultura contemporánea? ¿Podemos afirmar que algo de lo que escribió está conectado con algún episodio o escritor italiano?
Viajé a los 23 años, me quedé recorriendo Europa un año y pasé casi dos meses en varias regiones de Italia. Volví hace dos años, en un viaje más turístico. Me siento italiana, allá me confunden con una italiana por mis rasgos físicos, amo Italia. Me casé con otro descendiente de italianos y mis dos hijos tienen la doble ciudadanía.
He leído con enorme placer a Calvino, Pavese, Buzzatti, Quasimodo, Pasolini, Eugenio Montale, Natalia Gisburg, Moravia, Lampedusa, Sciacia, Eco, Baricco, Tabucchi, Pirandello, etc, etc, etc. Y por supuesto al Dante, y a Bocaccio, y respirar cerca de los cuadros en el Palacio Uffizzi me conmueve, y pasear por Taormina, y comer una pizza en una távola calda, y ni hablar del cine. La muerte de Marcelo Mastroianni me tocó como si hubiera sido mi amigo, y su monólogo acerca de “Como un viejo elefante...”, cuando recuerda su vida en la última película autobiográfica, es de los textos que más amo. No puedo decir sí, esto que escribí se vincula a, esto está influenciado por.....: ¿Cómo decir adónde se refleja la luz de Roma en lo que escribo? ¿cómo identificar el momento en el que los ojos transparentes de los personajes de Filippino Lippi se me confunden con los de mis propios personajes?
Pero tal vez mi relación con Italia esté dada exclusivamente a través del arte y el pensamiento. En mi último viaje, los romanos me parecieron el colmo de la descortesía, el ruido de la ciudad infernal, en Sicilia tuve innumerables dificultades burocráticas, no encontré un momento propicio para relacionarme con nadie. Pero eso sucede siempre con los viajes turísticos. Me debo una permanencia más larga, tal vez en el norte, en las pequeñas poblaciones del Piemonte, y me gustaría muchísimo saber alguna vez de dónde exactamente salieron mis abuelos, rastrear los orígenes de la familia, encontrar a algún lejano pariente.
12) ¿Para usted existe en la Argentina de hoy un escritor bien argentino que se podría calificar o considerar “el más italiano” para formación, pensamiento y afinidades lingüísticas o culturales?
Nunca se me ocurrió observar la literatura argentina desde esa óptica. Tal vez Mempo Giardinelli entre en esa categoría, pero no me gusta demasiado lo que escribe.
Sí podría calificar de muy italiana a mi amiga María Teresa Andruetto, cuyo padre italiano conoció a Pavese. Ella es autora para niños y adultos y tiene una notable novela en Editorial Sudamericana, Stéfano, sobre la vida de un inmigrante italiano que llega a la Argentina. En su poesía, sobre todo en el libro titulado Pavese y otros poemas, se respira una música llena de evocaciones ligadas a la infancia con una fuerte presencia de la cultura de sus ancestros y un perfil bien argentino .
13) ¿Existe, hoy en la Argentina una conexión entre escritores, cultura y política? ¿Cuales categorías sociales participan a la política activa, los intelectuales (escritores, profesores y artistas) están representados en el Parlamento?
Hay un reducido grupo de escritores que se vinculan al poder y que aprovechan lugares expectables en la adminitración de la cultura, a nivel nacional. Pero es un reducido grupo. En general, los intelectuales argentinos se mantienen atrincherados en ciertos medios periodísticos que les permiten difundir su pensamiento sin presiones, caso Página 12, caso revistas literarias, universidades. Que yo recuerde, no hay en este momento escritores ni profesores en el parlamento nacional ni en los provinciales, sí algunos artistas (cantantes, gente de teatro) en un escasísimo número.
14) ¿Dónde se encontraba usted el 24 de marzo 1976? ¿Cómo vivió el golpe de los militares y que hizo después? Según su opinión, ¿cómo vivieron aquel drama y qué hicieron la mayoría de los escritores argentinos?
Estaba en Córdoba, en medio de una feroz crisis personal que desembocó en la separación de mi marido en julio del 76, crisis que tenía mucho que ver con el pensamiento reaccionario de él. Me fui de mi casa con dos niños, uno de cuatro años y otro de sólo un año, a un húmedo e incómodo departamento. Creo que ese nuevo domicilio me evitó problemas, no porque yo militara en algún movimiento sino porque muchos de mis amigos y amigas debieron exiliarse y sufrieron allanamientos, requisa de sus agendas, etc, en donde constaba mi dirección. En ese mismo lugar, pude también alojar temporariamente a amigos que pasaban a la clandestinidad.
El golpe fue terrible pero peor resultó el silencio y el miedo de los años siguientes. Yo trabajaba en la administración pública, en el área de Cultura, y la caza de brujas era una amenaza real, había que moverse con mucho cuidado. Aprendí a ejercer mi creatividad para organizar hechos culturales que no me pusieran en peligro, y tuve suerte de dar con jefes que me respetaron.
Creo que cada escritor hizo lo que pudo para sobrevivir (recuerdo a un excelente periodista de internacionales y también escritor, que debió transformarse en periodista deportivo, también recuerdo las intolerables y retrógadas declaraciones de Borges, definido por su pertenencia a la clase alta) Recuerdo el dolor por las desapariciones de Paco Urondo, y Rodolfo Walsh, y Haroldo Conti, los enormes exilios, era como si el país se hubiera vaciado. Lo que me pareció terrible, a nivel personal, fue enseñarle a mi pequeño hijo mayor que no debía repetir lo que escuchaba en casa. Grabar un doble discurso en la mente de un chico es una acción perversa, pero en ese momento resultó imprescindible.
15) Entre las siguientes palabras: Placer, Violencia, Amistad, Amor, Silencio, Solidaridad y Educación. Elija las dos que usted considera más importantes y proponga una tercera.
Amor – Solidaridad – Justicia social
16) Si alguien le preguntara quién es usted, ¿cómo se presentaría? ¿Cuál sería su autorretrato de ciudadano y artista?
Me veo como una mujer común, preocupada por la creciente injusticia social y la violencia. Como alguien a quien lo que más le importa y ha importado son sus hijos. Y la literatura, porque es en los libros en donde absorvo con mayor intensidad las problemáticas humanas.
Viví siempre la sensación de la que la muerte de mi padre me privó de una gran parte de afecto, y traté de construir mi vida en torno a la familia, de fortalecerme interiormente con la lectura. También en relación con los amigos, a los que presto mucha atención. Al mismo tiempo, intento mantener mi conciencia cívica manteniéndome vinculada a los que necesitan ayuda, que día a día son más numerosos en esta Argentina de hoy, siempre en cuanto a que mi aporte sea concreto y desinteresado (participo en proyectos de difusión de la literatura infantil, por ejemplo, como medio de crecimiento de sectores desfavorecidos). Trato, también, de adaptarme a la modernidad y si bien acepto los adelantos técnicos (disfruto del email como medio de relación con mis amigos), detesto los estereotipos de la sociedad de consumo, los shoppings, la comida chatarra, las marcas. Mi mundo se centra, entonces, en mi familia, mis amigos, mis alumnos, mis libros, la música y las películas que amo,los viajes, la escritura.
Me considero alguien que escribe, no una escritora, porque no vivo de los derechos de autor. En esta etapa madura obtengo muchísimo placer en relación con la creación literaria, y me gusta por igual escribir para chicos o para grandes. Considero que en la sociedad argentina de hoy, conservo ciertos privilegios de la clase media en extinción y trato de disfrutar al máximo del cine, la compra de un buen libro o un viaje.
La redacción y publicación de Obras / textos
17) ¿Cómo nace y se desarrolla un texto / libro? ¿Podría contar como realizó uno de sus libros más importantes? ¿El proceso creativo de sus libros pasa por muchas y diferentes fases o no?
El tránsito que lleva, página tras página, a moldear esa pretendida carne real de la gente que circula por cuentos y novelas, el que le proporciona venas, y arterias, y humores, y pústulas, y aliento, es un tránsito lleno de decisiones. ¿Qué me propongo al escribir? Intento, en primer término, conectarme con un estado de sorpresa y de entusiasmo para iluminar esa informe materia narrativa que empuja en mi interior. Me es frecuente desafiarme, animarme a empezar con situaciones difíciles, sean duras, tristes, o tiernas, o grotescas. O esforzarme en encontrar corrientes que se me escurren hacia adentro y que no se dejan contar. Atender al cuerpo, a mi cuerpo, a las sensaciones que me recorren, a mis tripas, a mi corazón. Sobre todo tener presente que, ya en ese estado, no debo opinar. Mi opinión o mi ideología han empezado a ser absolutamente prescindibles: una vez en el mundo de la ficción no interesan no porque no existan, sino porque están implícitas en la elección de la historia que cuento. Aparecen cuando elijo este personaje y no otro, cuando recorto esta escena y no otra. Me detengo a cada instante, observo cómo va el uso del lenguaje: leo en voz alta, escucho los sonidos con atención para separar lo verdadero de lo falso, pensar en su correspondencias, preguntarme ¿es más real un lenguaje de ficción por seguir el modelo real? Contestarme que no, que el lenguaje sólo tiene las reglas que le impone el narrador o los personajes.
Y, por supuesto, busco esa sal de la escritura que son los detalles. Evitar los supuestos, evitar los clichés, evitar los lugares comunes. Apegarse a lo concreto, a las palabras que nombran, como los sustantivos y los verbos, más que a las que califican, como los adjetivos.. A mí en particular me molestan los adjetivos porque cubren los silencios. Prefiero dejar espacios, resquicios, fisuras en donde se filtre la mirada de los otros: me parecería autoritario de mi parte el decirlo todo, no confiar en la imaginación del que lee.
¿Y los interiores?, ¿cómo penetrar las atmósferas mentales de cada personaje?, ¿qué se dicen para sí mismos?, ¿cómo se lo dicen? Las preguntas me ayudan a entender los tipos humanos, a sospechar las paradojas de sus pensamientos en tanto seres pensantes y sufrientes, para no caer en caracteres monolíticos, superlativos, blanco/negro. Cómo hacer para dar matices, carnadura, para sacar a los personajes del papel y entregarles una vida propia, aunque a veces tuerzan mi mano y me obliguen a dejarlos vivir más tiempo del planeado.
Concretamente, voy a contar cómo y cuándo surgió la novela Puertas Adentro. Desde la niñez mi memoria guardaba una historia triste, cercana pero no personal, que los años fueron borrando y que sin embargo apareció un día, no sé cómo, en el medio de una charla de amigos. Conté esa crónica de abandono y a Laura Devetach le pareció interesante y me instó a que la escribiera. Yo no estaba lista para hacerlo; no lo sabía en forma consciente pero es probable que prevaleciera en mí el impulso conservador de mantener dentro del imaginario esa zona vinculada a la infancia. Pasó un tiempo. Empezó a rondarme, a asediarme, la historia recordada: una joven mujer da a luz, sorpresivamente, en el seno de una familia de moral muy rígida; es echada de la casa junto con su pareja y la recién nacida, a quien enseguida abandona y que alguien vuelve a depositar en la casa de la misma familia. La protagonista va a ser esa niña, su necesidad de amor, sus avatares afectivos.
De igual modo, en el plano de las ideas, también tenía más o menos en claro que quería tratar el tema de la incomunicación y de la construcción de las identidades femeninas en una familia de inmigrantes italianos, las grandes transformaciones que trajeron las décadas del cincuenta y del sesenta. Faltaba lo principal: escribir la novela, mi primera novela.
Con muchos titubeos, empecé a trabajar. El primer escollo, decidir desde dónde contar. Me gustaba la idea de que alguien, uno de los personajes o un narrador testigo, expusiera los acontecimientos en primera persona. Esa "voz" era necesaria porque quería desnudar a la familia, mostrarla desde el testimonio real -desde una convenciòn literaria, por cierto- de uno de sus integrantes, escarbar las intimidades de esa moral basada en los prejuicios. Me costó encontrar el tono del discurso: por ahí parecía cocoliche, por incluir muchos giros coloquiales del italiano hablado por los inmigrantes. O el personaje que finalmente elegí como portavoz, Ottavia, una de las tías de la protagonista, que carga su joroba junto con su soltería, tomaba características de cenicienta, estereotipándose, y yo la necesitaba viva, definida por sus palabras y sus acciones. Tan viva como para hablar de las muertes que signan en la novela la identidad de las mujeres y las convierten en sujetos políticos.
El empleo de esa primera persona trajo un problema: Ottavia, por su deformidad, estaba relegada a los interiores. ¿Cómo narrar el exterior? Apareció entonces la tercera persona. Y pronto tuve necesidad de otro punto de vista, cuando el monólogo interior se fortaleció en demasía y me generó una gran preocupación: Ottavia no se quería callar. Por más que trataba de salir de ella e ir a Tesa, la sobrina, que era en definitiva la protagonista, ella se imponía. Ahí surgió, probando, una voz en segunda persona que le habla a Tesa, una voz que sabe perfectamente lo que le pasa a Tesa y que no es Tesa, que le marca un camino y que la acompaña, esa voz, en sus largas tristezas y en sus breves alegrías. Que le dice, por ejemplo: "En las tripas has sentido la mirada de las viejas en la vereda porque sabés que hablan de tus cosas, de tu vida, de tus encuentros con Juan".
La trama se fue tejiendo también con los sueños de Ottavia, en bastardilla en el libro, que ayudaron a construir el personaje desde lo onírico-simbólico, el mundo del inconsciente en donde se ven sus apetencias y necesidades profundas, ella que por fuera está sólo al servicio de los otros. O con los refranes piamonteses que reflejan la idiosincracia de esa comunidad, y que conseguí con dificultad: los piamonteses que conozco han olvidado el dialecto, o no saben escribirlo. Me costó mucho no incluir más refranes, eran más de veinte, porque son de una riqueza increíble; sin embargo, seguí el consejo de escritores más experimentados y no obligué al lector a interrumpir a cada rato el hilo de la acción para ir al pie de página a leer la traducción.
El proceso de escritura está más hecho de dudas que de certezas, de búsquedas más que de hallazgos. En síntesis, en este intento de sacar mi imaginario hacia fuera, de hurgar con desesperación en los meandros de la memoria y sobre todo en las propias vivencias, confluyeron saberes, imágenes de experiencia, pulsiones estructurantes, instancias de otra índole como el sueño o el deseo. En esta búsqueda, la historia original, la que relaté en la rueda de amigos, sufrió numerosos cambios por necesidades emergentes del mismo texto.
No fue fácil tampoco dar con el título, pensar durante largos días en qué palabras podían encerrar la idea del prejuicio, las apariencias, los secretos de una familia. ¿Y el final? Llegó cuando sentí la necesidad de poner a la protagonista en un momento decisivo y dejarla ahí, libre al fin del mandato de esa voz que durante el transcurso de la novela le había marcado un derrotero.
El largo ordenamiento que acabo de describir me insumió más de dos años y medio y mucha corrección, mucha reescritura. creo en el trabajo sobre los textos, en pulir cada frase una y mil veces en pos de la levedad -de la que hablaba Calvino- y de ese sereno discurrir de las palabras que, si se logra, convierte a la lectura en un placer único. Creo en las correcciones que no se ven, aunque en una página permanezcan suspendidos los fantasmas de las letras borradas. Esos fantasmas han ayudado a hacerla, sus transparencias sumadas han construido, con signos sobre el papel, la ilusión de la vida.
18) ¿Escribe con regularidad o lo hace repentinamente cuando está inspirado?
Por etapas sí, aunque creo que me falta disciplina. Me gustan muchas otras cosas además de escribir. No creo en absoluto en la inspiración y sí en el trabajo constante.
19) ¿Por qué escribe y cual es su relación con un escrito, una frase o con una palabra? ¿Existe el placer de escribir y en quién o en qué cosa piensa cuando escribe?
Entre el deseo y el libro terminado hay barreras palpables, sombras que muchas veces me abruman. Una exacerbada conciencia crítica me impidió escribir durante décadas y aún mantengo esa pelea conmigo misma. Lo que me hace llegar a término con alguna historia es, precisamente, ese condimento de la búsqueda, sentir que la escritura es más el camino que recorro que lo que obtengo. Nunca sé hasta dónde voy a llegar, y el viaje me llena de promesas y de sorpresas. A la par ese camino es demandante, por las exigencias internas del texto, y con frecuencia lo postergo, dejo para otro día porque no siempre estoy de ánimo para remover mis interiores con la intensidad necesaria. Sin embargo, cuando la necesidad de escribir se hace imperiosa yo obedezco, tal vez por aquello que Antonin Artaud decía: «la vida consiste en arder en preguntas». En ese momento dejo que entre en mí una idea provocadora, una imagen o una palabra que brillan y se destacan entre otras imágenes u otras palabras y ahí empiezo.
Cada vez más me gusta contar sencillamente, sin recurrir a técnicas experimentales. Sólo contar, para que la prosa fluya sin tropiezos. Esto requiere de una gran dosis de autocrítica al momento de la reescritura, porque duele podar, recortar, modificar para imprimir variedad al discurso, alivianar la construcción de las frases, evitar lentificaciones, sacar palabras e imágenes que cuando surgieron viví como hallazgos. Hacer que trabaje el raciocinio junto con la intuición. Más la mirada de los otros, que yo necesito, que demando y acepto. Me gusta recordar que empecé a escribir con regularidad después de cumplir los cincuenta años, cuando ya había coordinado durante años talleres de escritura. Ayudar a los otros a “ver”, a trabajar con denuedo para conseguir la palabra propia, me guió hacia mi camino, me hizo aceptar que no se escribe lo que se quiere sino lo que se puede. Y confío en la opinión de los otros, la reclamo, la deseo, me permite crecer.
Pero no hay recetas, ni fórmulas. El delicado y complejo proceso de narrar necesita, a mi modo de ver, de una dedicación fortalecida en el convencimiento de que uno escribe para sí mismo, porque necesita sacar a luz ciertas zonas de sombra. Y que esa necesidad viene de muy lejos, a lo mejor de la primera vez en que un libro de otro se adueñó de la propia sensibilidad o al revés, de la primera vez en que yo, lectora, me involucré intensamente en una historia leída. El germen de mis libros debe estar ahí, en las lecturas de la infancia, de la adolescencia, en los innumerables imaginarios de los escritores admirados que nutrieron mi imaginario personal. Después, mucho después, vino la necesidad de mostrar, compartir, oír la opinión de los otros.
Siento a la escritura como una especie de viaje hacia el conocimiento interior. No para buscar la verdad, no para enseñar nada, sino para aprender en el recorrido con los escasos medios de que dispongo: compromiso, pasión, sueños, trabajo, agitaciones, abismos, ecos, obstinación en la búsqueda. Sobre todo obstinación en la búsqueda.
20) ¿Hay algunos momentos felices o ideales para escribir y dónde encuentra los estímulos y pretextos? ¿Cuál es su lugar elegido o ideal para trabajar? ¿Podría darnos dos ejemplos con sus escritos?
Esto de los momentos ya estaría incluido en las preguntas anteriores. Los estímulos a veces aparecen con una frase oída al azar, alguna imagen, una contradicción...O me siento a pensar ideas para cuentos, que voy depositando en un archivo y que a veces no uso jamás.
Empecé escribiendo a mano, y fui gradualmente pasando al trabajo en la pantalla. Para reescribir y corregir, imprimo y trabajo con el papel en la mano. Mis momentos de creación son por la mañana, cuando estoy sola en la casa. A Puertas Adentro lo escribí en hojas sueltas, manuscritas, en la mesa de la cocina, mientras atendía a los quehaceres del hogar (me encanta cocinar, la jardinería, etc, etc.). En cambio Caballero Negro fue armándose en la computadora. A la poesía necesito dibujarla sobre el papel, sentir como un impulso sensual del movimiento de la mano sobre la lapicera.
21) ¿Cuál es el libro de un colega que le gustaría haber escrito y por qué?
Elísabet, novela de Graciela Montes, porque me fascina el personaje y su lenguaje narrativo. Mudanzas, de Hebe Uhart, porque siento que trabajó mucho mejor que yo una temática similar a Puertas Adentro.
Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano, La astucia de la razón de José Pablo Feinmann, la primera por su clima incomparable y la segunda por ser una brillante revelación de la sociedad argentina. Y muchísimos otros más....
22) ¿Cómo influye su vida cotidiana (familia, hijos, otras profesiones e actividades) en su trabajo de escritor? ¿Cuánto interfiere? ¿Esto Le da tranquilidad o le causa nerviosismo?Influye mucho, ya lo dije antes, a veces me disperso, me siento agobiada porque tengo ganas de escribir y me dejo llevar por el activismo: además de escribir, me gusta hacer muchas otras cosas. Tengo un gran apoyo de mi medio familiar, un reconocimiento muy importante hacia mi producción.
23) ¿Cuántos libros tiene hasta ahora publicados y cuántos no pudo o tiene todavía que publicar? ¿Es más fácil o es todavía difícil publicar una obra suya?
Seis títulos. Tengo un libro de cuentos para adultos, inédito, La oscuridad del amor, que he enviado a varias editoriales sin éxito (los editores argentinos dicen que los cuentos no se venden) También dos pequeños libros de poemas, Diario del Río y Pequeña Ofelia, que probablemente aparecerán a fin de año. Y algunos cuentos para niños, todos reposando en un cajón. Todavía es difícil publicar, hay una retracción muy grande de consumo de libros y los editores no arriesgan con escritores poco conocidos. Trabajo en este momento con Papiros, conjunto de cuentos para jóvenes que publicará Editorial Norma en Bogotá el año entrante.
24) ¿Cómo definiría /que es para usted el “libro exitoso”? ¿Cree que la autopromoción y publicidad para un libro sea importante?
Libro exitoso es, para mí , el libro que logré terminar, aceptándolo como un proceso concluido. Si encuentra un lugar, o sea la edición, ya sería exitosísimo, y si después les gusta a los lectores, me falta el superlativo para calificarlo. En la literatura para niños es bastante importante que los autores hagan tareas de difusión personal, no para que el libro sea “importante” sino para que tenga una buena oportunidad entre los miles de títulos que abarrotan el mercado. Y en cuanto a la publicidad,. vivimos en el siglo XXI!!!! Publicitar un título no lo legitima, pero lo pone bajo los ojos de la gente, le da posibilidad de que se conozca.
25) ¿Sus obras o uno de sus escritos fueron traducidos al italiano? Si un lector italiano quiere conocerlo, ¿cuál de sus libros aconsejaría leer primero?
Intenté, de modo no profesional, que algunos conocidos italianos gestionaran alguna traducción. No tuve eco. Me encantaría que se tradujera Puertas Adentro, yo creo que a los lectores italianos les gustaría mucho ver cómo vivían en la Argentina entre las décadas del 40 y del 70, que es cuando transcurre la novela, los hijos y nietos de italianos que emigraron a América.
26) SOLO PARA ESCRITORAS: ¿La profesión de escritora ayudó o le ayuda a usted a descubrir su propio YO y identidad de mujer?
Ya respondí en la pregunta 19: la escritura me ayuda como persona, a conocerme y a descubrir otras vías exploratorias en mi relación con los otros y el mundo.
27) ¿Existe, para usted en la Argentina, una escritura femenina, es decir una manera de escribir que sea típicamente reconocible para la feminidad de los mensajes y de los valores conexos?
No sé, esa recurrencia a buscar las marcas del género femenino me parecen una moda intrascendente. ¿Por qué nunca le preguntan a un escritor varón si cree que hay una escritura masculina?
Creo que cada persona expresa lo que su individualidad le marca, no su género.
Escribir es pisar terreno desconocido. Por Gustavo Pablos (gpablos@lavozdelinterior.com.ar), 28 de agosto de 2006.
“Escribir es pisar terrenos desconocidos donde se toma el riesgo de hundirse a cada a cada paso, mientras se fortalece el deseo de continuar haciendo pie”, sostiene la narradora Lilia Lardone. Con su nueva novela, Esa chica (publicada por Rubén Libros), esa sensación volvió a aparecer y le confirmó el desafío y el riesgo que supone el proceso de creación literaria.
La historia está narrada por su protagonista, Nilda Martínez, una mujer que se aproxima a los 50 años con una enfermedad terminal. En 18 días, postrada, realizará un repaso de las experiencias y peripecias que debió atravesar hasta esos últimos momentos de su vida.
Nilda es una joven del interior que viene a estudiar a la ciudad y se termina casando con Martín, un miembro de la alta sociedad cordobesa; se convierte en madre de tres hijas; pero sin embargo nunca dejará de ser “esa chica” para el clan de los Olmos Dupré, principalmente para su suegra, Carmen. Esta situación da lugar a una serie de desavenencias que constituyen el eje de una historia basada en un secreto que ambas mujeres están destinadas a llevarse con su muerte.
Continuidad de las historias
Lardone comenta que la historia surgió “hace unos años”, cuando una amiga con la que caminaba le dijo que le gustaría leer la novela de la prima de Puertas Adentro (otra novela de la escritora), la que se viene a Córdoba. “En ese momento me sonreí, pero las palabras quedaron ahí, suspendidas, y en algún rincón de mí la idea prendió”, explica.
La autora asegura que casi nunca encuentra de entrada “el eje de la historia, ni su trama”, y que en el caso de Esa chica le interesó seguir cronológicamente “desde el punto en que había terminado Puertas adentro, los años ’70, sin que fuera su continuación en la trama”, dice. Y agrega: “Sólo retomé el tema de la chica que abandona el pueblo por la ciudad, su evolución personal después del desarraigo”. La narradora sostiene que “los exilios, forzados o queridos, son casi siempre dolorosos e implican pérdidas”.
Hay temas que dan continuidad a la obra de Lardone. “Siento que escribo siempre sobre las relaciones afectivas, la incomunicación, la soledad, las pérdidas”, cuenta. Y afirma que “el formato novela me gusta porque permite tomar caminos secundarios, incorporar al sesgo temas cruciales, como el de la Triple A y los desaparecidos, que en Esa chica ocupan un espacio breve y sin embargo definitorio.
–Una vez que estuvo el germen, ¿cómo continuó el proyecto de escritura?
–Inicialmente no tuve una intención preconcebida sobre el destino de la protagonista porque, a veces, el comienzo de un texto se parece a las arenas movedizas. Hay sensaciones, alguna idea, imágenes que intentan unirse y al instante mudan de apariencia. Escribir es pisar terrenos desconocidos donde se toma el riesgo de hundirse a cada paso, mientras se fortalece el deseo de continuar haciendo pie. En general, ayuda registrar los pequeños detalles para trabajar ámbitos y personajes con un mínimo de recursos. Esa chica sigue el proceso de las elecciones de Nilda a través de su testimonio, una primera persona que relata cómo vivió dentro de un marco social determinado.
Paso de una clase a otra
En Esa chica la autora plantea las diferencias de clases y la posibilidad de ascenso social, y, a su vez, por parte de la narradora, las tensiones por la necesidad de salirse o adaptarse a ese orden.
–¿Por qué te interesó ese tema?
–Son las tensiones que se desatan dentro del personaje las que van estallando a medida que transcurre la historia. Nilda construye, se construye, a partir de un desafío inconsciente pero ambicioso. La cuestión de su ingreso a la familia cordobesa de raigambre se produce como parte de una intención de avance social y cultural que ella ya trae desde su pueblo. Y que termina convirtiéndose en el principal escollo de su felicidad. Es ese el conflicto central, al margen de los condicionantes de clase.
La autora se pregunta: “¿Se equivoca Nilda? ¿Había otros caminos?”. Y se responde: “Más que nada me interesaba enfocar las acciones de alguien que debe enfrentar sus propias contradicciones”, dice. Y agrega: “Ella intenta vivir a su propio ritmo, elegir con libertad: las circunstancias le demostrarán cuánta fragilidad se esconde en las decisiones humanas”.
–De alguna manera, hay una voluntad de crítica a una clase social que suele ampararse en el dinero y el poder. ¿Es un problema vigente este problema?
–El tiempo de la historia narrada abarca 30 años, desde los ’70 hasta 2000. Tal vez haya cambiado la constitución de los sujetos sociales, pero el manejo del poder sigue siendo patrimonio de unos pocos. Los apellidos tradicionales se han mezclado con las nuevas fortunas, eso es indudable, pero tanto en las provincias como en Buenos Aires, sólo un reducido número de familias urde las decisiones que los favorecen, afectándonos a todos. Los hijos de estas familias están ubicados estratégicamente en sitios desde donde se diseña la economía, la política, las leyes, y sus secretas miserias nunca trascienden porque también manejan los medios. Así que el secreto de Nilda, celosamente guardado, puede descansar en paz.
–¿Qué valor tiene ese secreto?
–En lo íntimo, ella siente su victoria sobre la hipocresía. Sería venganza si se hiciera público el secreto, pero eso no ocurre en la novela. Nilda juega al juego que aprendió en el clan Olmos Dupré: aprende a callar para no perder lo que tanto le ha costado conseguir.
–¿Por qué elegiste contar la historia con un procedimiento transgresor desde el punto de vista gramatical (pocos puntos, oraciones que comienzan con minúscula, por ejemplo?
–Era difícil dar cuenta de los pensamientos de Nilda. Está muriendo, lo sabe, y las imágenes de distintas etapas de su vida pasan veloces, atropelladas. Con esta disposición tipográfica, el lector tal vez participe de la ilusión de estar dentro del pensamiento de la protagonista. La voz de Nilda no tiene sonido, es un monólogo para sí misma en el que aflora la memoria, fragmentaria, quebrada, azarosa.
El espacio ganado por la literatura de Córdoba
–¿Qué opinión tenés de la literatura y los proyectos literarios de Córdoba?
–Los autores locales ya ganaron su espacio en las librerías, un logro que hace una década parecía imposible. Crece la cantidad de editoriales y de gente que asiste a talleres de escritura, por ejemplo, y eso revitaliza el campo. El entusiasmo por la novela histórica, que no es sólo un fenómeno local, ha opacado tal vez otro tipo de producciones que no encuentran el mismo eco. Pienso en la rica poesía de Córdoba, que sigue persistiendo gracias a encuentros, lecturas y publicaciones de tiradas reducidas, verdaderos milagros en medio de una sociedad que sigue las modas. Pienso en los cuentos, casi marginados del mercado editorial con una sorprendente lápida: ”Los cuentos no venden”. ¿Habrá algún estudio serio que avale esto? La gente lee cuentos... si los cuentos son buenos. Me entusiasma que jóvenes como los de Editorial La Creciente se esfuercen por encontrar vías posibles para llegar al público.
–¿Creés que esta literatura tiene voz propia?
–Creo que sí se puede hablar de una literatura de Córdoba con marcas propias, pero no quisiera englobar géneros y autores en este breve espacio, sería arbitrario e injusto.
Historia de gente común, Entrevista a Lilia Lardone, Revista nómada, Universidad Nacional de San Martín, Año 2, Número 12, Buenos Aires, 2008, pp 54-57. Por Leandro Calle.
De cuántas puertas se abrieron en la narrativa cordobesa de los últimos años, la narrativa escrita por mujeres ventiló toda la casa y dejó escuchar una voz interior reflexiva y honda. Los nombres de Lilia Lardone, Cristina Bajo, María Teresa Andruetto, Reyna Carranza, Perla Suez y Cristina Loza entre otras voces, constituyen hoy un corpus maduro en la literatura de Córdoba.
La puerta se abre. Segura, con paso firme, Lilia Lardone habla.
Descubro dos lugares muy interesantes en tu escritura. Por un lado la voz amordazada de la mujer que intenta revelarse y por otro lado una especie de dicotomía o de binomio “campo/ciudad” que está presente en casi toda tu obra. ¿Desde que lugar escribe Lilia Lardone?
La voz puertas adentro, la voz íntima, la que nadie conoce, “amordazada” a veces como decís, amedrentada otras: en mi escritura trato de dar forma a zonas oscuras, intuídas o vividas o imaginadas, zonas en donde se ponen en juego ocultamientos. Si la mayoría de mis protagonistas son mujeres es porque los imaginarios de las mujeres me interesan más, como si encontrara en ellos mayor complejidad. No es una cuestión feminista, para nada, sino casi antropológica: soy mujer, me interesa enfocar el género para comprenderlo mejor. Y para eso me valgo de planos paralelos: ver el adentro y el afuera, con la intención de echar alguna luz sobre las verdaderas inclinaciones, amores, pasiones, desencantos, ilusiones. En este sentido, la idea del adentro y el afuera se toca, ciertamente, con la temática interior versus ciudad. El interior como marca de lo individual, la ciudad representativa del anonimato. Y entre los dos, en una tensión constante, la soledad en la vida de las personas corrientes, que son mis protagonistas inevitables. Digo inevitables porque me gustan las historias de gente común. No de grandes heroínas, ni de excepcionales talentos, ni de poderosos. Gente que vive en pueblos, caso de Puertas Adentro, o en ciudades, como Esa chica. Imposible resolver las tensiones en las que viven y que obligan a seguir mandatos, familiares o sociales. Mi interés está en exponerlas a la opinión del lector, que recibe una trama casi siempre llena de huecos –la vida está llena de huecos- y es invitado a contribuir con su experiencia personal para completarlos. Son los espacios vacíos de la escritura los que llaman a una participación más activa del lector. Para eso escribo.
¿Por qué empezaste a escribir después de los 50?
No sé, sólo podría intentar una explicación que me satisface a medias. Será, como dice Noé Jitrik, que llega un momento en el que el caos del imaginario necesita salir a la luz de modo organizado, después de alimentarse con sentimientos, sensaciones, pensamientos a lo largo de los años. Será que el trabajo de coordinadora de talleres de escritura me hizo testigo de cuánta creatividad yace guardada celosamente en cada persona. Será que al llegar a la madurez necesité rescatar del olvido las historias que conocía, para evitar más pérdidas. O será que la lenta cocción de tanta literatura disfrutada a través de las lecturas, se manifestó de golpe hacia fuera. Se ve que esa cocción bullía y rebasaba, deseosa de mostrarse. El proceso de escritura es moroso, complejo, requiere de mucha paciencia. De valentía también, porque hay que poner el cuerpo junto con cabeza y corazón. A mí se me dio recién después de los 50. Antes estaba muy ocupada viviendo, me parece. Mejor dicho ganándome la vida.
Hablás de “la lenta cocción de tanta literatura disfrutada”. ¿Cuáles son las lecturas que nutrieron de alguna manera tu escritura?
Como a casi todos los que escriben, para mí la lectura es algo vivo, tiene presencia concreta dentro de cada una de mis etapas de vida. Rescato los sorprendentes descubrimientos en la época de la facultad, por donde circulaban los libros más diversos. Yo sentía que por ahí pasaba la felicidad. Un libro escrito en Burdeos, o en Nueva Orleáns, tenía la posibilidad de conmoverme tanto como otro que venía de Tucumán. Hubo épocas, y autores preferidos. Simone de Beauvoir, la Duras, Robbe Grillet, Faulkner y en general toda la “lost generation” norteamericana. La precisión junto a la ideología, todo un aprendizaje del arte de narrar con sentido. Habría que sumar la poesía, indispensable, insoslayable alimento para el oído de los narradores. Y junto a los extranjeros, en el mismo estadio, Juan José Hernández, Puig por supuesto, Daniel Moyano. Y después Carver, Cheever, Mc Cullers, Salter; más cercanamente los ingleses: Barnes, Amis, Mc Ewan, el húngaro Márai. También Martín Kohan, Hebe Uhart, María Teresa Andruetto, una lista que se volvería infinita si continúo citando a mis contemporáneos y coterráneos. No voy a hacer más nombres, a riesgo de omitir los que me importan y no por cobardía: siento especialmente valiosas las lecturas de libros escritos por autores que recorren las mismas calles de mi ciudad. Hay un gusto especial en apreciar sus miradas, que me sorprenden y revelan nuevas facetas del panorama conocido.
En tus dos novelas: Puertas adentro y Esa chica y volviendo la mirada hacia tres personajes que me parecen claves como Ottavia, Tesa y Nilda: ¿Podemos hablar de sordidez o realismo? ¿Pesimismo de la escritura o realismo revelador del lugar de la mujer?
Nilda, Tesa y Ottavia comparten ciertos ingredientes básicos: ellas ansían, nada menos, que las quieran y las reconozcan y, sobre todo, que les reconozcan su lugar en el mundo. Se lo han ganado, día a día. Nilda, que monologa a lo largo de Esa chica repasando su vida, al fin y al cabo muestra que su deseo ha sido “pertenecer”. Equivocada o no en las elecciones que fue haciendo, necesitaba un reconocimiento individual que al fin nunca obtuvo. Pero que buscó. Ella agoniza en soledad, con sus propios pensamientos como compañía. Ottavia manipula los hilos invisibles que atan a los distintos integrantes de la familia, pero como no dispone de poder real, es víctima también de sí misma, del aislamiento y de la incomunicación. Tesa consigue una victoria pírrica, pequeña victoria al fin. Ella ha sufrido los mandatos y pertenece a una generación que empieza a tirar abajo los tabúes. Tesa y Nilda, desde la realidad y no desde el pesimismo, parecerían “perdedoras” y no lo son: en definitiva, las dos logran sobrevivir a las trampas sociales, con los costos que esto implica, aplicando una férrea voluntad de cambio. Logran que sus propias decisiones las guíen, lo que no es poco.
Puertas adentro fue publicada por Alfaguara en 1998. Cumple ahora 10 años y se reedita en un sello cordobés igual que tu última novela Esa chica. ¿Te parece que es reconocida y recibida “puertas afuera” la escritura del interior y la escritura desde la mujer?
A partir del retorno de la democracia hubo avances casi inmediatos en el terreno editorial, Córdoba creció muchísimo en muy poco tiempo. En el terreno creativo, no sólo la escritura de la mujer se volvió visible sino un conjunto de voces opacadas, guardadas, ocultas. Algunas autoras y algunos autores se publicaron y se publican en importantes editoriales no sólo de Buenos Aires sino del exterior, con buen reconocimiento de crítica y público. La primera edición de Puertas Adentro aparece en Alfaguara, hace diez años. En ese momento me dio una oportunidad única. Sin embargo, elijo la reedición en un sello local, Babel, de reciente creación. ¿Por qué? La cercanía es un motivo: una cosa es que una obra se publique en Buenos Aires y otra muy distinta que se mantenga la distribución constante en las librerías del interior, salvo que su autor o autora sean notorios para la prensa nacional. Así que opto por el desafío que implica publicar en Córdoba y apoyar a los editores para proyectar esa publicación hacia el resto de la Argentina, sobre todo de la Argentina de provincias.
La puerta no se cierra. Queda abierta. Ayer opacadas, hoy visibles, las mujeres de Córdoba escriben.
Entrevista a Lilia Lardone: El desafío de escribir para niños. Por Sol Castro y Mariana Martínez Piervittori. Incluida en el sitio http://www.quehacemosma.com.
Entramos a su hogar, un lugar cálido, luminoso y plagado de libros ubicados prolijamente en una enorme biblioteca. En cierto modo esperábamos encontrarnos con ese escenario, puesto que se trata de la casa de una escritora. Ella estaba esperándonos, y con mucha amabilidad nos invitó a pasar. Lo que nos sorprendió gratamente fue la sensación que tuvimos al verla, sentimos que ya la conocíamos de algún lado. Su mirada serena, su tranquilidad y la cadencia de su voz, nos invitó a iniciar nuestro viaje de descubrimiento, para conocer al menos en parte, un poco más del trabajo y la vida de esta gran profesora y escritora cordobesa.
Enseguida notamos la presencia de Humi, una gata muy simpática y social, que también nos dio la bienvenida. Lilia Lardone no sólo ama escribir, leer libros y estar con niños, sobre todo con sus nietos. También le encantan los gatos, lo cual se ve reflejado en las estatuitas, figuras de madera y colgantes de colores que pueden verse en el living de su casa.
Tiene como referente literario a Graciela Montes, “por su humor y por la audacia de meterse con lo cotidiano y encontrar la metáfora, esas situaciones que disparan el imaginario hacia otro punto”, que no es el convencional; y a Ema Wolf, cuyo trabajo, Hay que enseñar a tejer al gato, resulta para ella lo más desopilante y divertido que haya leído, para niños y grandes.
Nos acomodamos las tres (Lilia, Mariana y yo) en los sillones, y allí comenzó el grato recorrido por el mundo de la literatura infantil, de la mano de esta licenciada en letras, quien nos sumergió en su imaginario, hablándonos de sus pensamientos, ideas, gustos, de sus bellas historias y otras ajenas.
QHM:-¿Cómo comenzó tu vocación y tu contacto con las letras?
L.L: -Empecé sin tener mucha conciencia porque toda mi vida he sido muy lectora, la lectura me llevó a estudiar letras, hice la licenciatura allá muy lejos, pero después no me quedé solamente en la enseñanza, sino que me interesó mucho la actividad cultural y trabajé desde cultura, desde la órbita pública. Me interesaba muchísimo generar movilización cultural, organizar concursos, talleres, ferias de libro, etc. En eso he estado toda mi vida, junto con la lectura.
Empecé a dar talleres de escritura cuando se iniciaron acá en Córdoba, a mediados de la década ’80. Veía que gente sin ninguna preparación especial, llegaba a los talleres y con los estímulos y disparadores adecuados se generaban textos sumamente interesantes, algunos conmovedores o entretenidos y empecé a pensar, sin una vocación todavía, qué pasaría si yo empezaba a escribir. Entonces tenía rondando una historia familiar desde cuando era chica, que había quedado llena de misterio porque en mi época no se preguntaba demasiado, no se hablaba, los chicos no hablaban como ahora. Empecé a escribirla y terminé con una novela que se llamó Puertas Adentro, que fue mi primera novela. Y para mí fue un desafío empezarla y terminarla, demoré 2 años y medios, porque no me convencían algunas cosas, volvía escribir ciertos capítulos, de otra manera. Tuvo muy buen eco, de la crítica y de lectores.
Simultáneamente también escribí una historia para chicos, que fue Caballero Negro, esa ya no de mi infancia, esa fue una historia imaginaria, también trabajé muchísimo. Aunque fue una novela breve, estuve como un año para terminarla y la mandé a un concurso del que me había enterado por el diario. Con gran sorpresa me hablaron desde Colombia para decirme que había sacado el primer premio. Es un concurso muy importante, el único de literatura infantil de obra en Latinoamérica. A partir de ahí se me abrieron las puertas de todas las editoriales, no demasiado, porque siempre hay que tratar de conseguir espacio.
Yo no pensé cuando era chica, “voy a ser escritora”.
QHM-¿Desde qué concepción de niño escribís?
L.L: - Me parece que es fundamental esa pregunta, porque la concepción del niño ha ido variando, ha ido desarrollándose a la luz de nuevos estudios. Me acuerdo de los primeros libros de literatura infantil que circulaban en Argentina, de autores argentinos me refiero, eran tendientes a la moraleja, a sacar una conclusión siempre aleccionadora, y el modelo de niño que valía, era el niño obediente, humilde. Creo que todos hemos ido cambiando y creciendo con el tiempo y el modelo de niño que se tiene actualmente es un niño que puede ejercer su criterio, un niño que tiene los elementos, cuya personalidad se construye de tal manera que puede ser independiente, un niño en el que uno confía y por eso es mayor el desafío de escribir para ese chico.
El chico de hoy que tiene un panorama muy completo en cuanto a imagen, tiene todo, porque desde el mundo televisivo y digital le ofrecen el oro y el moro, y desde todos lados está asediado de estímulos, tiene cantidad de actividades. ¿Entonces, qué le puede interesar a ese chico de hoy? Si la literatura refleja este modelo independiente, yo creo que la literatura va a ganar a los chicos. Hoy, se apuesta a que desarrollen su propia identidad. La mayoría de los libros para chicos tienen como tema la búsqueda de la identidad, la construcción de la personalidad y para eso hay que seguir insistiendo, para que el chico no sea el modelo obediente, para que no haya una moraleja y un deber ser y un modo de moverse en la vida, sino que cada uno vaya descubriendo de qué manera vivir, y que no lo descubra por imposición, sino porque su propia movilización interior lo va a llevar a tener un criterio, una mirada.
QHM: – ¿Cuándo un texto es para un niño? ¿Cuál es la diferencia de escribir para niños y para adultos?
L.L: -La cuestión está en el grado de complejidad del lenguaje. Cuando yo me pongo a escribir, muchas veces sé que el tema es para grandes. Pero a veces la historia misma puede ser para grandes o para chicos, y eso dependerá del nivel de complejidad del lenguaje que elija. Con el cuento Los asesinos de la calle Lafinur, que fue publicado en Bogotá, al principio yo no tenía la menor idea si iba a ser para chicos o para grandes, pero después el mismo tono me fue llevando a que me diera cuenta que era para niños. Pero no por la temática, porque si vamos a hablar de temas tabú, en Caballero Negro trato el tema del divorcio, y en otros cuentos pueden aparecer otros temas candentes.
En Los Asesinos de la Calle Lafinur aparece el tema de la inseguridad, tratado de modo paródico, es como un policial en broma. No he escrito nunca para chicos sobre un tema sexual, por ejemplo, pero porque no se me ha ocurrido, de todos modos siempre hay niveles de lenguaje y hay maneras de contar una historia, y yo creo que la diferenciación, sólo es el modo en que se cuenta.
Entrevista a Lilia Lardone. Por Laura Slutsky. Trabajo final para el Seminario de Posgrado en Literatura infantil y Juvenil dictado por la Prof. Lidia Blanco en la Universidad de Buenos Aires.
Sobre La fábrica de cristal
¿Por qué optaste por narrar en presente?
El tiempo presente me gusta mucho, da la sensación de que la historia empieza en el momento en que se inicia la lectura. Involucra más al lector, lo convierte en un partícipe de esa trama que va desenvolviéndose ante sus ojos: no es algo que ocurrió en el pasado y se cuenta después, sino una especie de primicia única. En este caso me pareció el recurso adecuado para acceder al mundo cuasi arquetípico de la historia atemporal.
En mi trabajo analizo la relación del nombre Gemma con su significado. ¿Fue intencional la elección del nombre?
Para escribir parto de una imagen, una idea, o solo de algunas palabras que resonaron en mí de modo especial. No planifico, no estructuro la historia, sino que me dejo llevar intuitivamente por lo que voy descubriendo a medida que los dedos corren sobre el teclado. Es claro que en ese proceso creativo se producen asociaciones libres, lo que más disfruto de la escritura. Entonces no puedo contestar con exactitud por qué le puse Gemma, solo surgió en el momento (por lecturas anteriores, porque me gusta cómo suena, vaya a saber…) y luego sí, en el posterior trabajo con el texto, me di cuenta de que el significado calzaba justo con el personaje. Otras veces, en la reescritura, noto que la elección no ha sido feliz y la cambio… no hay pautas fijas.
¿Te basaste en un hecho real para el armado de la trama? ¿El tema de la prohibición de mujeres en la fábrica surgió a partir de una situación de la realidad?
La historia en sí se relaciona con un hecho real, producto del deterioro de la situación económica posterior a 2001, cuando empezaron a conocerse fábricas cerradas que eran recuperadas por los empleados. Leí un artículo de la periodista canadiense Naomí Klein, que vino a la Argentina a estudiar el fenómeno. Y luego vi una pequeña noticia en un diario de Córdoba, dando cuenta del cierre y posterior recuperación de una fábrica de damajuanas que daba trabajo a 300 personas en el norte de la provincia (zona de olivares, bastante pobre).El tema quedó flotando dentro de mí, sensibilizada frente a los conflictos de la época y a la vez esperanzada en la apuesta humana: de ahí surgió la trama.
Las damajuanas se convirtieron en cristal, porque en algún viaje tuve oportunidad de maravillarme al ver cómo se manipula el elemento, una especie de metáfora candente de la creación cuando de la nada van apareciendo las formas más increíbles. Necesitaba dar fuerza a la figura de la protagonista y por eso la instalé sola en la fábrica… En realidad, desde principios de la revolución industrial fueron las mujeres quienes se convirtieron en la mano de obra barata indispensable para sostener la producción. Pero esta participación no implicó nunca una valoración especial, ni borró la mirada machista sobre la mujer… aun ahora el mundo del trabajo tiene zonas hostiles para el sector femenino. No me basé en ningún hecho real específico.
Sobre Papiros
Como lectora, percibo que el final estuvo delineado desde un principio, sin embargo quiero consultarte: ¿decidiste desde un comienzo que ninguno de los hijos del Faraón fuera el elegido y que la salvación del Imperio dependiera de todos?
Me alegra que el libro se haya cohesionado finalmente, no lo pensé como novela en un principio. Papiros fue, primero, un cuento: El olor del cocodrilo. Si vas a mis notas (en la edición de SM, Palabras finales), encontrarás que empecé a escribir sobre el Antiguo Egipto en verano del 2001, en medio de una terrible desazón porque temía que mis hijos tuvieran que partir a otro país a la búsqueda de trabajo. Después, ya muy inmersa en lugar y civilización, durante ese año empezaron a surgir otros cuentos y relatos que fui guardando por separado (no recuerdo en qué orden los escribí). Cuando terminé de trabajarlos, se los mandé a la editora de Norma en Bogotá y ella me dijo que quería publicarlos en Zona libre, pero que esa colección estaba dedicada a las novelas y que pensara en alguna solución. Entonces se me ocurrió el recurso de Scherezade, que ha atravesado la literatura de todos los tiempos: al armar un marco que contuviera todas las historias, aparecieron la figura del faraón y de sus hijos. A medida que introducía la participación de cada uno, se hacía más y más evidente que no encontrarían una única solución porque la decadencia (y sus innumerables causas como la ambición) los superaba… Fue un final que se decantó por sí mismo.
La frase final es muy contundente y despierta interrogantes; también lo son frases como: “Nada es más peligroso que las palabras. Pero nada es más verdadero” y otras que resonaron en mí durante las lecturas. También observé este trabajo autoral, la inclusión de frases muy significativas y sugerentes, en La fábrica de cristal. Quisiera conocer acerca del proceso de elaboración de las mismas: ¿son producto de muchas reescrituras, surgen en el devenir de la escritura u otra opción?
Como digo en la segunda respuesta, necesito trabajar muchísimo en la reescritura hasta que las palabras se acomoden a lo que necesito, o hasta que las frases me suenen bien. Leo en voz alta, me importa que la prosa fluya sin tropiezos y trato de combatir ripios, cacofonías, repeticiones, descripciones innecesarias… Me gusta dejar espacios (las preciadas “entrelíneas” de las que hablaba Clarice Lispector) para que el lector complete por sí mismo los momentos. Porque como lectora, para mí la literatura es un camino de búsqueda incesante, prefiero dejar preguntas antes que respuestas.
Entrevista a Lilia Lardone. Por David Voloj. La Voz del Interior, 26 de mayo de 2016.
Lilia Lardone: sus respuestas y poemas. Por Rolando Revagliatti. Escritores.org
Entrevista de Jorge Boccanera para Telam, agosto 2011. La crudeza de lo cotidiano en los cuentos de Lilia Lardone.
Entrevista de Revista Babilonia literaria de julio 2015.